Europa analiza los cuidados de larga duración

Europa analiza los cuidados de larga duración

La longevidad es uno de los mayores logros de las sociedades modernas y, al mismo tiempo, uno de los mayores retos. Los europeos tienen mayor esperanza de vida, una tendencia que se mantendrá debido a los avances médicos y a la mejora de la calidad de vida. Vivimos más, pero nuestra salud se deteriora con los años. De ahí la importancia de conciliar envejecimiento y atención sociosanitaria de las personas mayores, sobre todo porque, en 2020, una cuarta parte de los europeos tendrá más de 60 años.

Como respuesta a este nuevo panorama, la Red Europea de Envejecimiento (EAN), en colaboración con Lares, ha elaborado el informe Los cuidados de larga duración en Europa 2030. Se trata de un documento que recoge cómo deberían ser los cuidados de larga duración en Europa dentro de 10 años. “Nuestros problemas y preocupaciones son compartidos en otros países europeos: la sostenibilidad financiera, la necesidad de profesionales cualificados, nuevos modelos de cuidados, etc. Por nuestra parte, hemos acercando la perspectiva española”, explica el presidente de Lares, Juan Vela.

El informe Los cuidados de larga duración en Europa 2030 desvela una realidad que urge atender por las consecuencias sociosanitarias que trae consigo: “La esperanza de vida ha aumentado y las personas vivirán más tiempo, pero la edad a la que comienzan a desarrollarse enfermedades crónicas ha disminuido en siete años para los hombres y en doce años para las mujeres. En las próximas décadas, por tanto, más personas se enfrentarán a dolencias crónicas como el cáncer, las enfermedades cardíacas y vasculares, la diabetes o la demencia a una edad más temprana”. En definitiva, las personas mayores padecerán enfermedades crónicas durante una gran parte de sus vidas.

Esto significa que las necesidades de atención y apoyo se desarrollarán de forma más gradual durante un período de tiempo más largo. Esto aumenta la importancia de la prevención para mantener a las personas mayores en forma y saludables el máximo tiempo posible.

“Los cuidados de larga duración en Europa están experimentando cambios decisivos. Nos estamos enfrentando ya a retos clave. Los ciudadanos de Europa están envejeciendo y el número de personas que viven con demencia se duplicará en las próximas dos décadas. Tenemos que cambiar para poder garantizar que, en el futuro, vamos a poder ofrecer el apoyo y los cuidados adecuados a las personas mayores”, señala el presidente de la Red Europea de Envejecimiento (EAN), Jirí Horecký.

La falta de profesionales, la aparición de nuevas tecnologías y, por tanto, de la digitalización de los servicios sociales, plantea muchas preguntas, expectativas y también dilemas éticos. “La estructura de los proveedores de cuidados de larga duración está cambiando, los costes están aumentando y la demanda no cubre la oferta”, apunta este experto.

Atendiendo a estas necesidades, la EAN ha creado un grupo de trabajo con una importante tarea: “Crear nuestra Visión 2030 para los cuidados de larga duración en Europa. Nos gustaría abrir y estimular un debate de expertos sobre el presente y el futuro de los cuidados de larga duración en Europa. Queremos que este documento sea una herramienta, que ayude a los proveedores en la planificación de sus objetivos estratégicos”, subraya Horecký.

La atención a la dependencia en Europa
Los miembros de la EAN cuentan con modelos asistenciales muy diferentes, así como con legislaciones, cultura de cuidados y sistemas de financiación muy diversos. Lo que todos los países tienen en común es su deseo de prestar la mejor atención posible a las personas mayores en las residencias.

Además del significativo envejecimiento de la población, hay que tener en cuenta que los modelos de asistencia familiar están cambiando: el núcleo familiar tradicional se está fragmentando en pequeñas unidades y la mujer, hasta ahora cuidadora principal, se ha incorporado al mercado laboral. “Esta situación pone en duda la capacidad de las economías nacionales de proporcionar fondos suficientes para mantener unos sistemas de asistencia y apoyo satisfactorios y de alta calidad”, destaca el informe.

Por otra parte, las futuras generaciones de personas mayores desean poder continuar con su vida de manera autónoma e independiente durante el mayor tiempo posible, a pesar de sus limitaciones y de sus necesidades de cuidados de larga duración. Para que esto sea posible, son necesarios servicios que se adapten a la persona.

En definitiva, uno de los mayores retos a los que se enfrenta el sector de los cuidados de larga duración es la transición de un modelo de residencia de personas mayores curativo (modelo hospitalario) a un modelo de servicios abierto a la comunidad, que garantice que las personas puedan mantenerse en su entorno domiciliario o vivir en un entorno protegido similar al de su hogar. En este proceso, la colaboración entre los profesionales de Atención Primaria, especializada y residencial será prioritaria.

En opinión de los autores del informe, “no hay futuro para las actuales residencias de personas mayores. Servirán, sobre todo, para prestar cuidados paliativos y atender a personas con demencias muy graves que, por cualquier motivo, no puedan permanecer en su casa”. Y en cuanto al modelo destaca que lo más importante es “la atención social (ser asistente de vida), no la atención sanitaria (ser asistente de la enfermedad), que debe ser secundaria”. En este punto, cobra especial relevancia la prevención para mantener la salud: “No es suficiente con intervenir, hay que prevenir”. Por lo tanto, es necesario desarrollar servicios domiciliarios, atención ambulatoria, nuevos recursos residenciales y de respiro, así como otros modelos de vivienda y servicios de apoyo.

Respecto a la financiación, el informe advierte de que el envejecimiento de las sociedades influye cada vez más en la actividad económica y, por tanto, en las fuentes de financiación pública de las que dependen en gran medida la mayoría de los sistemas de cuidados para personas mayores.  Sin embargo, no debe verse como un factor de coste, sino como una oportunidad económica que crea empleo e innovaciones tecnológicas y sociales.

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