burnout en el sector sociosanitario

Formación y protocolos de actuación frente al burnout en el sector sociosanitario

Cuando la desmotivación, el cansancio o la irascibilidad hacen acto de presencia en el ámbito laboral se habla de burnout o síndrome del trabajador quemado. Su origen puede deberse a factores muy distintos, pero las consecuencias son muy parecidas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera un “fenómeno ocupacional” que provoca detrimento en la salud física y mental de las personas que lo sufren, pero también repercute en las empresas, porque el rendimiento del empleado puede verse afectado. Este desgaste profesional es muy frecuente en el sector sociosanitario, sobre todo en la atención a las personas mayores. Las empresas cada vez están más concienciadas y ponen herramientas y formación a disposición de los profesionales para prevenir, detectar y paliar estos casos, y conseguir que tengan una buena salud laboral, que redundará en un cuidado de calidad para los mayores.

La responsabilidad y altas exigencias laborales sostenidas en el tiempo, sobre todo cuando hay una falta de recursos para dar una respuesta satisfactoria, pueden tener un alto coste psicológico y físico para los profesionales. Agotamiento emocional, desmotivación, despersonalización de los sentimientos como medida de protección y reducción de la realización personal son fruto de esta situación estresante.

Al igual que ocurre en otros sectores empresariales, el burnout en el ámbito sociosanitario y de atención a las personas mayores está relacionado con el estrés que sufre el trabajador. No obstante, se aprecian rasgos característicos como el desgaste físico y emocional de los profesionales derivados de la atención directa, la implicación personal y el reducido reconocimiento social y económico de su labor.

La vicepresidenta de Gerontología de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), Lourdes Bermejo, admite que el cuidado o apoyo de personas con dependencia lleva asociado un sinfín de situaciones de complicada gestión emocional, como por ejemplo “las derivadas de la interacción con personas con conductas desafiantes (que muestran enfado, agresividad, rechazo, reproches, etc.), las provocadas por la propia sintomatología de determinadas enfermedades o por el manejo y experiencia del sufrimiento y dolor ajeno y, finalmente, el fallecimiento de las personas a las que se ha estado cuidando con la máxima implicación y dedicación”. Además, a esta situación se añade el trato con los miembros del entorno afectivo de la persona cuidada que, en su opinión, añade más complejidad a la gestión emocional.

Ser conscientes de la existencia del burnout, una comunicación fluida con los compañeros y superiores y encontrar tiempo para el autocuidado son aspectos que previenen este síndrome laboral
Lourdes Bermejo refiere como factor coyuntural relacionado con el síndrome del profesional quemado, en el ámbito de la atención a las personas mayores, el recorte producido durante la crisis económica en la inversión en recursos económicos y humanos, y que no se ha revertido con la recuperación. “Los profesionales disponen de menos tiempo para atender correctamente a las personas a su cuidado, por lo que están expuestos a mayor presión”, argumenta.

Según esta experta, esta sobrecarga laboral se asocia no solo al burnout de los profesionales, sino también a la reducción asistencial, del bienestar y de la calidad de vida de la persona atendida y la no satisfacción de sus necesidades integrales, especialmente las que tienen que ver con las relaciones sociales, emocionales y su autoestima. Asimismo, Bermejo advierte de que este contexto también predispone a la aparición de situaciones de abuso y maltrato.

Por otro lado, está el clima de trabajo. Las malas relaciones entre los compañeros y la inexistencia de canales efectivos de comunicación de los trabajadores con los superiores predisponen a situaciones estresantes.

Por ello, la implicación de la empresa resulta crucial: “Es recomendable que las entidades cuenten con mecanismos para prevenir, identificar, tratar y evaluar la aparición de dicho síndrome entre los empleados”, indica la vicepresidenta de Gerontología de la SEGG.

En la misma línea, considera primordial que, en estos sectores, donde el síndrome del trabajador quemado es más prevalente, los profesionales tengan habilidades y conocimientos (prácticos, teóricos y emocionales) como para proporcionar una atención cálida y humana, además de técnicamente adecuada, y sean capaces de protegerse ante el sufrimiento que puede causarles la vinculación con las personas que cuidan. En este sentido, la formación es clave.

Candidatos al burnout

La mayoría de expertos consultados consideran que en la aparición del síndrome del trabajador quemado influyen aspectos personales y profesionales. Lourdes Bermejo manifiesta que, sobre todo, ocurre a profesionales con mayores niveles de exigencia y de dedicación, ya sea por el número de horas, sus funciones, sus características o el número de personas a su cargo.

Por su parte, Andrés Rodríguez, director general de Macrosad, cooperativa especializada en la atención a personas mayores y dependientes que cuenta con centros residenciales y que ofrece ayuda a domicilio, concreta que la combinación de factores personales, como la presencia de una baja autoestima y un perfil muy perfeccionista, unido a un bajo desarrollo de la competencia de tolerancia a la frustración son determinantes a la hora de padecer los síntomas relacionados con el síndrome burnout.

Begoña López, directora general de Gerosol, empresa especializada en la prestación de servicios sociosanitarios a domicilio, es más concreta y expone que los estudios sobre el síndrome burnout tienen delimitado perfectamente la prevalencia a sufrirlo. “Se ha estudiado que el sexo, la edad, la antigüedad en el trabajo, el estado civil, el número de hijos y la formación del trabajador son factores que nos ayudan a delimitar un perfil de trabajador que puede ser víctima del mismo. Una mujer con más de 40 años y más de 20 años en la misma profesión, con cargas familiares y sin ayuda, y con una jornada extensa, tiene un porcentaje de probabilidades más elevado para sufrirlo”, sostiene.
Lourdes Bermejo también recuerda otros aspectos importantes, como el reconocimiento profesional y la especialización: “Muchas de las funciones y tareas de los profesionales de atención directa y continuada a las personas en situación de dependencia son poco agradecidas y no están reconocidas ni social ni económicamente”. Sobre todo este último factor puede ocasionar que estas personas estén viviendo situaciones personales y familiares más complicadas, por lo que estarían entre los más vulnerables de sufrir burnout.
La falta de especialización puede aumentar la vulnerabilidad al estrés por parte del profesional, según esta especialista en gerontología, “si se quiere ofrecer los mejores cuidados posibles se necesita una serie de habilidades y conocimientos, tanto prácticos como teóricos y emocionales, altamente especializados”, apostilla.
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