LA VEJEZ NO ES UNA ENFERMEDAD

Algunos comentarios sobre el futuro de las residencias de ancianos

(primera parte)

Uno de los temas importantes, siempre actual, pero que la pandemia ha devuelto a un primer plano es el referido al “modelo de residencias” que deseamos implantar en nuestro país. Es necesario hablar y llegar a acuerdos sobre cómo podemos reestructurar en España un mundo cuyas costuras, siempre al límite, se han soltado más de lo previsible durante este año y medio. Mi intención no es insistir, por obvios, en temas evidentes, como la necesidad de estas instituciones para un colectivo que alcanza al 5-10 % de los mayores de 65. Tampoco en las deficiencias múltiples que  han aflorado durante estos meses. Me limitaré a enunciar algunos puntos que considero prioritarios en el debate. La lista puede ser amplísima, pero yo voy a destacar únicamente aquellos tres que me parecen más importantes.  Pienso que cada uno de ellos merece un análisis pormenorizado, abierto y leal por parte del conjunto de la sociedad pero, especialmente, por aquellos protagonistas más implicados: Administraciones Públicas, empresas privadas, profesionales del sector, usuarios y familiares.

El primer punto, de carácter conceptual, parte del principio de que la residencia constituye una alternativa al hogar para quienes, bien por carecer de él, bien por circunstancias que imposibilitan permanecer en el mismo, no disponen de otra opción. La gran mayoría de los residentes lo son por obligación. Son muy pocos aquellos para los que vivir en este medio constituye una opción elegida. En ese contexto, surgen expresiones que nadie cuestiona como humanización, atención centrada en la persona y otras similares. Es indudable que lo que va detrás de ellas debe constituir un objetivo explícito. El problema es cómo dotar a estos deseos de contenidos tangibles de forma que no se queden en meras palabras cargadas de buenas intenciones.

Hay que asumir desde el principio que, al igual que ocurre con los hogares, existen muchos modelos de residencias. Las variables pueden ser infinitas. Incluyen tamaño, diseño, servicios, normas de funcionamiento, ubicación urbana o rural, dotación material y de personal, etc. También, evidentemente, la variable administrativa (públicas, privadas con o sin ánimo de lucro, concertadas, etc.). Las alternativas a los modelos tradicionales -pisos tutelados u otras formas novedosas de convivencia- cada vez son más frecuentes. Buscar la manera de incorporar aquellos buenos deseos en cada uno de los diferentes modelos debe representar el punto de partida de cualquier discusión al respecto. Habrá que ver si todos los modelos son o no válidos, analizar las variables que pueden determinar en cada caso su aceptación de acuerdo con las características individuales de cada propuesta y precisar los mínimos comunes exigibles. No hacerlo así convierte las buenas palabras en meros brindis al sol.  

En ese marco, aun asumiendo que los intereses de los diferentes componentes del diálogo son distintos y hasta pueden resultar contrapuestos, es imprescindible escuchar a todo el mundo, pero, a mi juicio, de una manera especial a los profesionales, a aquellos individuos o colectivos que aportan una experiencia mayor y más directa de los problemas del sector. También tirar de las experiencias que van surgiendo en uno y otro lugar, no sólo en España y que aparecen publicadas en los medios más diversos. Ser conscientes de que las soluciones en este terreno nunca pueden ser unívocas y revestir un carácter universal, sino adaptadas a las características específicas que se plantean en cada una de las situaciones.

Adelanto ya uno de los principios que considero básico a la hora de afrontar esta discusión. Hablo de la rentabilidad económica, una aspiración legítima que aparece en el trasfondo motivacional para muchas de las empresas implicadas en el sector. Nunca debe ser el punto prioritario a la hora de establecer los objetivos de funcionamiento de una residencia o de un grupo de residencias. No hacerlo así, poner este punto por delante de cualquier otro, forma parte en muchos casos de las raíces del problema 

Dejo para el comentario siguiente los otros dos temas más importantes, al menos en mi opinión, que deben formar parte de una discusión de esta naturaleza. Me refiero a los problemas que suelen englobarse bajo la palabra “medicalización”. También a los déficits que la pandemia ha sacado de debajo de la alfombra en lo relativo al cumplimiento o no de las normas establecidas y al control de las mismas por parte de los organismos reguladores.

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