José Manuel Ribera Casado. Catedrático Emérito de Geriatría de la Universidad Complutense de Madrid.

Cosas que se entienden mal

A veces uno escucha o lee cosas con las que, con o sin razón, puede no estar de acuerdo. En otras ocasiones, el problema –o la discrepancia- viene por la ignorancia propia acerca de la cuestión que se plantea. También puede darse el caso de que uno haya entendido o interpretado algo diferente a lo que en realidad se ha dicho o se ha querido decir. Esto último es un mal recurso explicativo al que acuden como autodefensa con bastante frecuencia determinados políticos y famosos varios, cuando releen en frío sus propias declaraciones. Pero, sin duda, también puede darse el caso de que alguien diga algo que por muchas vueltas que le dé quien lo escucha, no se acabe de entender.

Todo lo anterior viene a cuento de las declaraciones airadas y a mi juicio absolutamente carentes de fundamento, que han llevado a cabo varios políticos de máximo rango de la formación Podemos, con motivo de la generosa donación del Sr. Amancio Ortega, para la compra de tecnología médica de primer nivel. Cuando lo leí por primera vez pensé que había leído mal, o que se trataba de una simple ocurrencia fuera de tono de algún mando intermedio con ganas de llamar la atención y, eventualmente, hacer méritos ante sus superiores jerárquicos. Cuando he comprobado el apoyo grupal de las altas esferas del partido y la pretensión de elevar a la categoría de ejemplo la “boutade” en cuestión, no he podido evitar mi sorpresa e incluso una cierta pena interior derivada del respeto que me puedan merecer otras iniciativas de Podemos.

Malas formas aparte, los argumentos esgrimidos para quejarse, torpes en su fondo y en su forma, son, básicamente, dos: que la sanidad pública se debe financiar por sus propios medios y aquello de que “más vale que el Sr. Ortega pague sus impuestos y no que reparta limosnas”. Asombroso. Claro que hay que evitar la evasión de impuestos y sancionar a quien lo haga, pero no parece que este sea el caso. Según dicen los expertos y así se hecho público, el Sr. Ortega no se encuentra en esta categoría, una especie de la que, desgraciadamente, hemos tenido y tenemos numerosos ejemplos en este país en los últimos años. Incluso los datos hechos públicos indican que el volumen de los impuestos devengados -acordes con sus ingresos- son de los más altos entre los recaudados en España por esta vía. Por otra parte, no es la primera muestra de mecenazgo del Sr. Ortega. Como ejemplo, podría citar por conocerla bien la labor que viene llevando a cabo desde hace mucho tiempo facilitando de manera generosa e inteligente la estancia cada año de varios centenares de bachilleres españoles del último curso durante un año académico completo en institutos americanos y canadienses. El volumen de beneficiados, la seriedad con la que se lleva a cabo el proceso de selección y con la que se realiza el seguimiento del proyecto están por encima de cualquier tipo de sospecha. Hasta donde yo sé, nadie ha cuestionado estas donaciones.

Si los portavoces de Podemos entienden que esta es una manera de defender la sanidad pública están todavía más equivocados. A la sanidad pública hay que defenderla intentando que mejoren sus partidas presupuestarias, sus sistemas de gestión y la calidad del producto que se ofrece. Cuando la defensa se plantea en contraposición con la sanidad privada, la lucha debe centrarse en que esta última sea, efectivamente, privada y no viva de parasitar recursos públicos en detrimento de aquella. Hace apenas unos días, el primer ejecutivo de Quirónsalud se felicitaba públicamente y sin ningún tipo de sonrojo por “el filón encontrado en los conciertos con la sanidad pública madrileña” y añadía “probablemente les sorprenda, pero los ingresos del lado público son más rentables que los del lado privado” (eldiario.es, 7 mayo 2019). Ahí tienen un excelente campo para centrar sus esfuerzos los chicos de Podemos.

El gesto del Sr. Ortega lo único que merece es reconocimiento. Un reconocimiento expreso, público y de boca grande. Resulta curioso pensar lo que habrían dicho quienes ahora protestan, si esos fondos hubieran ido a parar a medios privados. Probablemente nada. Les habría parecido lo más natural y habrían mantenido la boca callada y las vestiduras sin rasgar. Es bastante evidente que a nivel tecnológico nuestra sanidad pública adolece de graves problemas que, en gran parte, se derivan de lo obsoleto del material con el que se trabaja. Si alguien como el Sr. Amancio Ortega se ofrece para paliar este problema, lo único digno e inteligente es dar las gracias y buscar la mejor manera de distribuir esa donación. Ojalá hubiera en este país muchos mecenas de este tipo. Mi agradecimiento público y personal lo tiene al cien por cien garantizado.

 

José Manuel Ribera Casado. Catedrático Emérito de Geriatría de la Universidad Complutense de Madrid. 

 

 

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