Jose Manuel Ribera Casado

De ayusadas y trágalas

Comentaba en el número anterior el sinsentido de diseñar, construir y poner en marcha un nuevo hospital en la Comunidad de Madrid dedicado a “las pandemias”,  a la actual y las que pudieran aparecer en el futuro. No voy a insistir en los argumentos aducidos entonces, aunque sí quiero llamar la atención sobre un par de puntos que considero importantes. El primero tiene que ver con la historia. Puestos a buscar precedentes para apoyar la idea de la presidenta de la Comunidad de Madrid lo más parecido al nuevo hospital serían los antiguos sanatorios antituberculosos surgidos durante la primera mitad del siglo XX, algo, en todo caso, mucho más justificable y que, al contrario del referente actual, nacía con un amplio consenso social en un contexto histórico favorable.

No es mi propósito juzgar si cumplieron o no aquellos centros sanitarios de carácter monográfico los fines para los que fueron concebidos, pero resulta oportuno ver cuál fue su evolución posterior en el tiempo. Superada en gran medida la amenaza global que suponía la tuberculosis, se fueron cerrando uno detrás de otro y surgió la pregunta inevitable del qué hacer con ellos. Hoy conocemos las respuestas: muchos cayeron bajo la piqueta o, peor, desaparecieron víctimas de la desidia y el abandono más absoluto. En otros casos, se planteó buscar una salida a través de reconvertirlos en aquello que cada cual consideró más oportuno. Ejemplos hubo para todo. En definitiva, problemas sobrevenidos con su consecuente secuela de gastos.   

La  norma actual representa una intromisión ofensiva e injustificable en la vida personal y laboral de los sanitarios madrileños. “O tragas o te vas al paro”, se les viene a decir                                                               

Tampoco voy a insistir en las características “singulares” con las que se ha construido el hospital Zendal, en sus evidentes carencias o en su funcionamiento aberrante con normas que cambian de un día para otro. El segundo objetivo de este comentario, el fundamental, es lamentar en voz alta algo que a mi juicio representa un escándalo contemplado desde la ética y es posible, aunque no soy experto en derecho, que incluso desde un punto de vista legal (1).

Leemos “La comunidad de Madrid ha dado orden de no volver a contratar en el mismo centro a ningún profesional de refuerzo por el Covid-19 que rechace trabajar de forma temporal en el hospital Enfermera Isabel Zendal” (Instrucciones remitidas a los centros hospitalarios públicos dependientes de la Comunidad en fechas 30 de diciembre y 2 de enero). ¡Asombroso! En primer lugar, aunque tal vez los padres de la norma no se hayan percatado de ello, es significativo, por lo que tiene de autoconfesión de fracaso, el hecho de asumir el rechazo de unos profesionales reacios, cuando no opuestos frontalmente, a integrarse en un centro estigmatizado en origen. Se renuncia a una oferta de trabajo hospitalario en unos tiempos de crisis económica y de empleo precario. La disposición es maliciosa, indignante, se mire como se mire, y supone de chantaje inadmisible

No fue necesario recurrir a esta medida durante la primera ola, cuando hubo que solicitar temporalmente sanitarios para las instalaciones de IFEMA. La  norma actual representa una intromisión ofensiva e injustificable en la vida personal y laboral de los sanitarios madrileños. “O tragas o te vas al paro”, se les viene a decir. Una invitación a apuntarse en la cola de la bolsa de trabajo como afirman los sindicatos, que no han dudado en calificar esta disposición, de manera muy suave a mi juicio, como una “penalización”. Desconozco el soporte legal de la medida -los redactores dedican varias líneas a justificarlo, lo que suena a “excusatio non petita”– pero, en todo caso, se  trata de una agresión injustificable al profesional sanitario, impropia de una sociedad que se considera socialmente avanzada, que entra de lleno en el campo de lo que suele denominarse “dictaduras bananeras”.

Mi reflexión inmediata es preguntarme hasta dónde puede llegar la desmesura, el empecinamiento y la falta de escrúpulos que estamos viendo con el único propósito de salvar otra “ayusada”, un capricho poco funcional, muy caro, y que hipoteca el futuro. Visto el comienzo del año puede que nuestra presidenta nos quiera obsequiar con un nuevo hospital monográfico dedicado a “nevadas, heladas y fracturas”. Todo sea por el negocio del ladrillo.      

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  • Ver agencia “Europa-Press”, “El País” o “El Mundo” del 17 de enero de 2021.
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