José Manuel Ribera Casado. Catedrático Emérito de Geriatría de la Universidad Complutense de Madrid.

Ningún hospital sin Geriatría

De vez en cuando, sobre todo si se lleva un recorrido profesional prolongado, uno tiene pequeñas –o no tan pequeñas- satisfacciones. Se ha celebrado recientemente en el Hospital Puerta de Hierro el congreso anual de la

De vez en cuando, sobre todo si se lleva un recorrido profesional prolongado, uno tiene pequeñas –o no tan pequeñas- satisfacciones. Se ha celebrado recientemente en el Hospital Puerta de Hierro el congreso anual de la Sociedad Madrileña de Geriatría y Gerontología. Lo inauguró el actual consejero de Sanidad de la Comunidad, Dr. Ruiz Escudero. No se limitó a una simple bienvenida como suele ser la norma. Más bien una ponencia de media hora en la que comentó el estado de la geriatría en la Comunidad. Mientras nos contaba que ya no quedaba en Madrid ningún hospital público sin estructuras geriátricas, mi cabeza revivía la película de los últimos 30 años. Creo que merece la pena compartirla con el lector, porque llegar a este punto ha costado “sangre sudor y lágrimas” y más de 30 años de esfuerzos mantenidos por parte de muchas personas. Además, el final de año es buena época para los balances y un repaso de este tipo siempre abre la posibilidad de que otras CC.AA vayan tomando nota.

Hasta 1984, pese a los esfuerzos de las sucesivas Juntas de Gobierno de la SEGG y de algunos meritorios pioneros de la especialidad, el único hospital de Madrid con un servicio de geriatría digno de tal nombre era el central de la Cruz Roja en la calle de la Reina Victoria. Ese año, 1984, se introducía oficialmente la geriatría en el Clínico San Carlos, con lo que se abría el melón de los hospitales públicos y, por primera vez, lo hacía en un hospital terciario, cabeza de un área de salud. A finales de los 80 se anunciaba que el 12 de Octubre iba a disponer de un servicio de este tipo; se habilitaron fondos para ello y se iniciaron unas obras para ubicar la Geriatría en ese centro. Las resistencias dentro del propio hospital y algunos cambios en los equipos directivos iniciales hicieron que aquello fracasase.

En 1992, con la inauguración del nuevo hospital de Getafe y el traslado al mismo de buena parte de los profesionales que trabajaban en Cruz Roja, se consolidaba el segundo servicio de geriatría madrileño en un hospital cabeza de área. Un año después le llegaba el turno al Ramón y Cajal, a través de una rocambolesca historia que comentaré en otra ocasión. Otro año más y se añadía al grupo el Gregorio Marañón, dependiente todavía de la Diputación de Madrid. En los años 94 y 95 se publicaron dos documentos que recogían un acuerdo histórico entre el INSALUD y la SEGG, cuya consecuencia fue la apertura de las que se llamaron “Unidades de Valoración y Cuidados Geriátricos” en  varios hospitales madrileños, La Paz el más representativo, pero también creo recordar en los de Móstoles, Leganés y Fuenlabrada.

“La geriatría como las setas aparece allá donde las condiciones ambientales lo permiten”. (Dr. Guillén). Y cuando eso ocurre demuestra su eficacia y su eficiencia, ya no hay marcha atrás y se queda para siempre. La fase de las setas ha sido sustituida por la de la planificación.

1998 fue el año de las Bodas de Oro de la SEGG. Se programaron múltiples actividades y se publicitó el lema que da título a estos comentarios “Ningún hospital sin geriatría”. Para entonces ya se habían producido las transferencias a la Comunidad en materia de salud, lo que determinaba un cambio en la principal diana de aproximación para quienes estábamos más implicados en la expansión de la especialidad.Con el cambio de siglo, el creciente impulso de las unidades y servicios ya en marcha, había incrementado la sensibilidad social y también la administrativa. El ambiente se iba haciendo más proclive y en las visitas a los centros de poder ya no era preciso empezar por explicar lo que éramos. Cuando al final de la primera década del siglo actual la presidenta Aguirre abría una serie de nuevos pequeños hospitales en la periferia de Madrid se incluía ya en su plantilla la figura del geriatra.

Aunque con intensidad desigual persistían aún las resistencias -sobre todo internas- para aceptar la incorporación de la especialidad en algunos grandes centros tradicionales como los hospitales Puerta de Hierro, Doce de Octubre, Princesa, Fundación Jiménez Díaz o el hospital de Alcalá de Henares. Sin embargo, la evidencia de los hechos ha determinado que en los años más recientes los avances continuasen y que, poco a poco, se hayan ido superando barreras. Hay que poner en el haber de los dos últimos consejeros de la Comunidad, los Drs. Sánchez Martos y Ruiz Escudero, el compromiso cumplido por llegar al pleno que ahora se nos anuncia.

El margen de avance sigue siendo amplio a nivel institucional y el recorrido pendiente muy extenso, pero, a día de hoy, el hospital General de la Defensa es el único entre los públicos en cuyo organigrama no aparece la palabra geriatría. Algo impensable no hace demasiado tiempo. Uno de los grandes de nuestra especialidad, el Dr. Guillén Llera, solía decir que “la geriatría como las setas aparece allá donde las condiciones ambientales lo permiten”. Cabría añadir que cuando eso ocurre en seguida demuestra su eficacia y su eficiencia, ya no hay marcha atrás y se queda para siempre. Se puede decir que la fase de las setas ha sido sustituida por la de la planificación.

Felicitémonos. Sigamos creciendo. Qué cunda el ejemplo en otros lugares. Nuestros ancianos y la sociedad en general van a ser los grandes beneficiarios de estos avances. El esfuerzo de muchos ha merecido y merece la pena.

Lo inauguró el actual consejero de Sanidad de la Comunidad, Dr. Ruiz Escudero. No se limitó a una simple bienvenida como suele ser la norma. Más bien una ponencia de media hora en la que comentó el estado de la geriatría en la Comunidad. Mientras nos contaba que ya no quedaba en Madrid ningún hospital público sin estructuras geriátricas, mi cabeza revivía la película de los últimos 30 años. Creo que merece la pena compartirla con el lector, porque llegar a este punto ha costado “sangre sudor y lágrimas” y más de 30 años de esfuerzos mantenidos por parte de muchas personas. Además, el final de año es buena época para los balances y un repaso de este tipo siempre abre la posibilidad de que otras CCAA vayan tomando nota.

Hasta 1984, pese a los esfuerzos de las sucesivas Juntas de Gobierno de la SEGG y de algunos meritorios pioneros de la especialidad, el único hospital de Madrid con un servicio de geriatría digno de tal nombre era el central de la Cruz Roja en la calle de la Reina Victoria. Ese año, 1984, se introducía oficialmente la geriatría en el Clínico San Carlos, con lo que se abría el melón de los hospitales públicos y, por primera vez, lo hacía en un hospital terciario, cabeza de un área de salud. A finales de los 80 se anunciaba que el 12 de Octubre iba a disponer de un servicio de este tipo; se habilitaron fondos para ello y se iniciaron unas obras para ubicar la Geriatría en ese centro. Las resistencias dentro del propio hospital y algunos cambios en los equipos directivos iniciales hicieron que aquello fracasase.

En 1992, con la inauguración del nuevo hospital de Getafe y el traslado al mismo de buena parte de los profesionales que trabajaban en Cruz Roja, se consolidaba el segundo servicio de geriatría madrileño en un hospital cabeza de área. Un año después le llegaba el turno al Ramón y Cajal, a través de una rocambolesca historia que comentaré en otra ocasión. Otro año más y se añadía al grupo el Gregorio Marañón, dependiente todavía de la Diputación de Madrid. En los años 94 y 95 se publicaron dos documentos que recogían un acuerdo histórico entre el INSALUD y la SEGG, cuya consecuencia fue la apertura de las que se llamaron “Unidades de Valoración y Cuidados Geriátricos” en  varios hospitales madrileños, La Paz el más representativo, pero también creo recordar en los de Móstoles, Leganés y Fuenlabrada.

“La geriatría como las setas aparece allá donde las condiciones ambientales lo permiten”. (Dr. Guillén). Y cuando eso ocurre demuestra su eficacia y su eficiencia, ya no hay marcha atrás y se queda para siempre. La fase de las setas ha sido sustituida por la de la planificación

1998 fue el año de las Bodas de Oro de la SEGG. Se programaron múltiples actividades y se publicitó el lema que da título a estos comentarios “Ningún hospital sin geriatría”. Para entonces ya se habían producido las transferencias a la Comunidad en materia de salud, lo que determinaba un cambio en la principal diana de aproximación para quienes estábamos más implicados en la expansión de la especialidad.Con el cambio de siglo, el creciente impulso de las unidades y servicios ya en marcha, había incrementado la sensibilidad social y también la administrativa. El ambiente se iba haciendo más proclive y en las visitas a los centros de poder ya no era preciso empezar por explicar lo que éramos. Cuando al final de la primera década del siglo actual la presidenta Aguirre abría una serie de nuevos pequeños hospitales en la periferia de Madrid se incluía ya en su plantilla la figura del geriatra.

Aunque con intensidad desigual persistían aún las resistencias -sobre todo internas- para aceptar la incorporación de la especialidad en algunos grandes centros tradicionales como los hospitales Puerta de Hierro, Doce de Octubre, Princesa, Fundación Jiménez Díaz o el hospital de Alcalá de Henares. Sin embargo, la evidencia de los hechos ha determinado que en los años más recientes los avances continuasen y que, poco a poco, se hayan ido superando barreras. Hay que poner en el haber de los dos últimos consejeros de la Comunidad, los Drs. Sánchez Martos y Ruiz Escudero, el compromiso cumplido por llegar al pleno que ahora se nos anuncia.

El margen de avance sigue siendo amplio a nivel institucional y el recorrido pendiente muy extenso, pero, a día de hoy, el hospital General de la Defensa es el único entre los públicos en cuyo organigrama no aparece la palabra geriatría. Algo impensable no hace demasiado tiempo. Uno de los grandes de nuestra especialidad, el Dr. Guillén Llera, solía decir que “la geriatría como las setas aparece allá donde las condiciones ambientales lo permiten”. Cabría añadir que cuando eso ocurre en seguida demuestra su eficacia y su eficiencia, ya no hay marcha atrás y se queda para siempre. Se puede decir que la fase de las setas ha sido sustituida por la de la planificación.

Felicitémonos. Sigamos creciendo. Qué cunda el ejemplo en otros lugares. Nuestros ancianos y la sociedad en general van a ser los grandes beneficiarios de estos avances. El esfuerzo de muchos ha merecido y merece la pena.

 

José Manuel Ribera Casado
Catedrático Emérito de Geriatría de la Universidad Complutense de Madrid. 

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