Ruth Vázquez Experta en gestión de crisis

Covid-19 y residencias de mayores: la urgencia de anticipar riesgos

En base a estadísticas oficiales, las personas mayores, especialmente las de edad superior a 80 años, son un grupo de riesgo crítico para el actual brote de Covid-19, con una tasa de mortalidad que se acerca peligrosamente al 15%. Asusta especialmente en el sector geriátrico, en donde la mayor parte de los residentes superan, no solo esa edad, sino que cuentan con patologías previas de alto riesgo.  Esto es así, porque culturalmente, las familias españolas retrasan el ingreso de sus mayores en residencias hasta que la situación de deterioro es tal, que su cuidado y atención en el hogar es insostenible.

Pero, ¿están las residencias de mayores preparadas para el Covid-19? ¿Son suficientes las medidas generales establecidas por las autoridades sanitarias para la contención de la infección? ¿Son válidos para este nuevo coronavirus los planes de contingencia y protocolos de actuación diseñados para la gripe u otros agentes patógenos habituales?  Es más, ¿permite el diseño arquitectónico de los centros la eventual clausura de plantas para aislamiento de infecciosos y una correcta y separada circulación de los mismos en caso de urgencia, o restricciones en los accesos  a comedor y zonas comunes?  ¿Hay personal cualificado suficiente para cubrir sustituciones por aislamientos?

Conviene además tener en cuenta que la mayor parte de las residencias de mayores de este país no son medicalizadas (disponen de un facultativo, enfermera y/o auxiliares)  y ante cualquier eventualidad médica grave las personas mayores son obligatoriamente derivadas al centro hospitalario de referencia. Seguramente, los que saben de esto, se acuerden ahora de su histórica reivindicación de montar una red independiente de centros sociosanitarios, para pacientes crónicos y de edad avanzada, con atención médica específica que permita la descarga de hospitales, ya de por sí sobresaturados, y sin tener en cuenta al Covid-19.

Una residencia pública y un centro de día, los primeros en caer
El pasado 5 de marzo se detectaba el primer caso de infectados en una residencia pública madrileña, con el agravante de una residente fallecida en el hospital por neumonía varios días antes, sin diagnóstico de COVID-19 hasta la necropsia.  Ese tiempo de inacción acentuaba, sin duda,  la gravedad del foco en un recurso catalogado para la atención de dependientes en grado elevado. Un día más tarde, era un centro de día de Valdemoro el afectado, y la Comunidad de Madrid reaccionaba con el cierre de 213 hogares y clubes (espacios destinados a promover el envejecimiento activo, prevención de la dependencia y entretenimiento), durante un mes prorrogable. Durante las horas previas a esta decisión se filtró además un borrador improvisado de medidas que, bien por falta de claridad o por error de interpretación mediática, hizo temer incluso el cierre de los centros de día para dependientes.  Preocupante para los miles de mayores usuarios, que se habrían quedado sin refugio de ocio y sin atención terapéutica durante la jornada laboral de sus cuidadores habituales y familiares.

Cambio de escenario a contención reforzada del Covid-19
El avance del coronavirus en las últimas horas está acelerando las medidas de contención contra la infección en determinados puntos de riesgo, para frenar contagios y evitar que el desbordamiento y sobresaturación, que ya sufren algunos centros sanitarios, se extienda a toda la red.  Al paquete de medidas de precaución decretadas para las residencias de mayores madrileñas (restricciones de visitas, uso de mascarilla quirúrgica en las ineludibles,  prohibición de visitas y aislamiento de profesionales con sintomatología respiratoria, medidas preventivas extremas de higiene de manos y respiratoria), la CAM añade la suspensión temporal de la actividad educativa presencial, a partir del 11 y durante 15 días prorrogables. Medidas similares a las tomadas en Vitoria y posteriormente en La Rioja, y que preocupan en el seno familiar y especialmente entre la población de riesgo (abuelos cuidadores).

Al cierre docente se añade como medida preventiva en Madrid la desinfección diaria de vehículos de transporte regular de viajeros y una batería de recomendaciones en el ámbito laboral (teletrabajo, flexibilidad, turnos escalonados) y en el general, tales como el confinamiento domiciliario de personas con sintomatología, con especial atención a personas mayores y/o con patologías previas. Estas deberán evitar además alejarse de lugares concurridos en los que no sea posible mantener una distancia de seguridad interpersonal de al menos un metro. Se recomienda además fomentar el cuidado domiciliario de los mayores y evitar viajes innecesarios; medidas que podrían endurecerse con el paso de las horas y la entrada de nuevos escenarios de contingencia.

Sector con necesidades de comunicación más profesional
Con o sin coronavirus, el sector de las residencias de mayores necesita profesionalizar su comunicación de crisis, anticiparse y prepararse, y practicar la transparencia frente al silencio, que también comunica y no precisamente lo bueno. Bien es cierto que algunos grupos privados de referencia han ido adelantando sus protocolos de actuación frente al coronavirus, incluso antes de que la atención mediática se centrase en los centros de Madrid y Valdemoro, pero, en general, hace falta proactividad, para proteger, no solo la reputación individual, sino la colectiva. Por desgracia, un incidente en una residencia, de la gravedad que sea, se viraliza y afecta negativamente a todo el sector, impactando directamente  en el negocio.  Es necesario una gran alianza y el asesoramiento de profesionales para legitimizar a un sector que hace un gran trabajo por esta sociedad; cuidar de nuestros mayores.

En la Boutique de Comunicación en Crisis y Riesgos Señor Lobo & Friends hemos diseñado un sistema  “Viral-Firewall”,  apoyado en tres pilares esenciales: anticipación (auditoría rigurosa y plan de contingencia en función de todos los escenarios de riesgos); gestión basada en adaptarse a las decisiones que vayan adoptando las administraciones, los valores y las políticas de las compañías;  y la recuperación de la reputación, con la activación de una estrategia que permita borrar la posible huella digital negativa de la compañía y sus directivos.

Ruth Vázquez
Experta en gestión de crisis.

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